Carlos II, descendiente de los Reyes Católicos, muere
en 1700 sin hijos. Se inicia una guerra entre los dos pretendientes a la
corona:
- Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV (el rey Sol
francés)
- Archiduque Carlos, hermano de Jose I de
Habsburgo (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico)
La mayoría de monarquías y estados de Europa tienen
pánico a que el rey Sol aúne Francia y España bajo su influencia y poder. Por
eso Inglaterra, Portugal, Holanda, Suecia y el imperio germánico crean la Gran Alianza para
defender la candidatura del Archiduque Carlos contra el ejército de las Dos
Coronas, formado por Francia y España.
Inicialmente Catalunya apoya a Felipe pero en 1705
nobles catalanes firman el Pacto de Génova con los ingleses para pasarse a la Gran Alianza. Algunos
historiadores españoles describen este pacto como una traición al “rey
legítimo”, afirmando que tan sólo es una parte de la nobleza quién se cambia de
bando, sin que el pueblo lo secunde.
Otros historiadores, en cambio, relatan que en 1704,
tras fracasar el desembarco del Archiduque Carlos en Barcelona, el Virrey de
Felipe V en Catalunya empieza una dura represión quebrantando repetidas veces
las Constituciones Catalanas. Las Cortes Catalanas nombran entonces a un
embajador para defender sus libertades en Madrid pero es detenido y encarcelado
tan sólo llegar a la
corte. Esta situación, junto con el mal recuerdo de los
catalanes hacia los franceses por la pérdida de la Catalunya Norte con
el Tratado de los Pirineos, por sí solas ya podrían ser buenas causas que nos
ayuden a entender porqué Catalunya parece apoyar mayoritariamente al
archiduque. Posiblemente la creencia de que la Casa de Austria siempre había
respetado sus fueros en el pasado mientras que los Borbones eran centralistas,
como podía observarse en la política ejercida por Luis XIV en Francia, también
pudo ser determinante en el cambio de apoyos.
En realidad, en la observación histórica de la relación
entre Catalunya y España vemos que siempre acaba apareciendo la tensión entre
autogobierno y centralismo. Entre federalismo y absolutismo. Entre respeto a
las leyes y órganos de gobierno locales o imposición de normas estatales. En el
capítulo anterior veíamos la primera de estas tensiones, ahora estamos
comentando la segunda y a lo largo de esta serie veremos que es una constante
que se ha ido repitiendo durante 300 años.
A través del Pacto de Génova Inglaterra se
compromete a que el Archiduque Carlos respetará las cortes y leyes catalanas. A
cambio, Catalunya dará apoyo con ejércitos y armas a la Gran Alianza. Que
éstos sean los términos del pacto parecen confirmar la tesis de que los
catalanes cambian su apoyo hacia el archiduque ante el temor que el nieto de
Luis XIV aplique las políticas absolutistas de su abuelo, las cuales son una
clara amenaza hacia el Parlamento catalán, sus leyes y poder.
Los Habsburgo eran, utilizando lenguaje actual, de
tradición federalista, igual que los ingleses. Sólo tenemos que fijarnos cómo
tanto Inglaterra como Alemania han heredado ese espíritu federalista: hoy en
día existe un Reino Unido pero dentro del cual Escocia, Gales, Irlanda del
Norte e Inglaterra mantienen su propia personalidad –y algunos dirían también
sus propias selecciones de fúbtol, aunque sea una anécdota- o la propia Commonwealth
a través de la cual Gran Bretaña
mantiene un nexo y mercado común con sus excolonias algo que España no dispone
con ninguna de las suyas. O el caso de Alemania, donde el poder está tan
repartido entre los diferentes Landers que sería difícil distinguir cuál de sus
principales ciudades, Berlín, Hamburgo, Frankfurt, Munich… tiene mayor poder!
Al otro lado, Francia sigue siendo un estado centralista
(el gran París o
Île de France) mientras España ha querido pero no ha
podido. Castilla primero y España después nunca fueron suficientemente fuertes
como para absorber y uniformizar a las diferentes nacionalidades que la
componen, pero tampoco nunca dieron el paso para descentralizar el poder de tal
forma que Catalunya o Euskadi se sintieran razonablemente cómodos dentro de
ellas como para apaciguar sus reivindicaciones de autogobierno.
Volviendo a la Guerra de Sucesión, durante una
década ambos ejércitos estuvieron luchando en la península por su control. Sin
embargo, el escenario cambió totalmente cuando en 1711 murió inesperadamente y
sin descendencia el hermano del archiduque, el emperador Jose I. Carlos, heredero
por sorpresa de un gran imperio al que nadie le negaba su derecho, no dudó en
abandonar Barcelona donde había establecido su corte y volver a Viena para
sería coronado emperador sin tener que luchar por ello.
Agotados por tantos años de guerra, los ingleses
constataron que la opción de que España y el imperio germánico se unieran bajo
la única corona del archiduque Carlos era tan poco deseable como la alianza
entre Francia y España. Por eso negociaron con Luis XIV, aceptando a Felipe V
como rey de España a cambio del compromiso de que ambos reinos nunca se unirían
bajo un único monarca. Fue el Tratado de Utrecht.
En la mesa de negociación no se dejó participar a
los embajadores catalanes y fueron los ingleses los responsables de defender
sus intereses. Aunque inicialmente intentaron que los borbones aceptasen
mantener las Leyes y Cortes propias de Catalunya, finalmente renunciaron a
defender los derechos de los catalanes. Esta traición de los ingleses a los
catalanes dio lugar a dos obras del 1714, “La
deplorable historia de los catalanes” y “El caso de
los catalanes”, donde autores ingleses denunciaron el abandono que su país
había hecho de los catalanes ante la segura represión de Felipe V. La simple
lectura de estos libros demuestra que en aquella época se le daba a Catalunya
la entidad de país o nación.
Los catalanes no aceptaron el Tratado de Utrech y
decidieron seguir luchando, ahora ya no por la sucesión, pues el Archiduque
Carlos ya había renunciado al trono de España, sino directamente por su
libertad. Por tanto, si bien es cierto que inicialmente fue una guerra de
sucesión, acabó siendo algo muy diferente.
Los historiadores españoles que niegan la afirmación
anterior argumentan que no fue el pueblo sino tan sólo unos cuantos nobles los
que siguieron peleando. Esto es rotundamente falso. Los “braços” de la
Generalitat, las cortes catalanas en Barcelona en época de crisis, se reunieron
en julio de 1713 y los tres estamentos (eclesiástico, nobles y ciudadanos)
deliberaron sobre si debían continuar la guerra o aceptar el Tratado de
Utrecht. Por mayoría decidieron no rendirse y el 9 de julio editaron “la crida”
(la llamada) conforme el gobierno solicitaba a todos los ciudadanos de
Catalunya en edad de luchar a unirse al ejército catalán:
“Havent
los Braços Generals, lo die 6 del corrent mes aconsellat a est consistori
resolgués defensar les Llibertats, Privilegis y Prerogativas dels Catalans, que
nostres Antecessors à costa de sa sanch gloriasament alcansaren, lo die 9 del
corrent manarem fer la Crida pública per nostre defensa”.
(“Estando
reunidos los Brazos Generales el día 6 del mes corriente, aconsejan a este
consistorio que resuelva defender las Libertades, Privilegios y Prerogativas de
los Catalanes, que nuestros Antecesores a costa de su sangre gloriosamente
consiguieron, por lo que el día 9 del corriente ordenaremos hacer la Llamada
pública para nuestra defensa”)
Es decir, las Cortes Catalanas, incluidos los
representantes de los ciudadanos, habían decidido por mayoría defender, no los
derechos del Archiduque Carlos, sino los suyos propios, los derechos de los
catalanes. Es decir, clara y llanamente su soberanía, por tanto su
independencia.
Otra prueba muy ilustrativa de que el pueblo de
Catalunya estuvo luchando por su independencia y no por los derechos de sus
nobles es el relato del asedio a Barcelona que realizaron los ejércitos español
y francés y con el que finalizó la guerra. Dos de los ejércitos más poderosos del
mundo tardaron más de un año en poder entrar en la ciudad, cuando en aquella época
los asedios nunca duraban más de 35 días. Fue tal su desespero ante la extrema
resistencia de los catalanes que fueron los primeros en romper uno de los pocos
convenios no escritos de la guerra hasta entonces: no bombardear a civiles.
Llegaron a lanzar sobre Barcelona 30.000 bombas, un número superior a los
habitantes que tenía la ciudad…(en la Biblioteca de Catalunya se guarda un
documento de la época en el que se registraron exactamente dónde cayeron todas
y cada una de esas bombas). Difícilmente un pueblo que luchara sólo por
defender a sus nobles hubiera realizado un acto de tamaña valentía y
resistencia.
Finalmente el 11 de Septiembre de 1714 las tropas
borbónicas asaltaron Barcelona. De ahí que esa fecha sea en la que Catalunya
celebra su diada, el día que de facto perdió su independencia.
Aún aceptando todo esto, algunos argumentan que
entre los catalanes no había ningún sentimiento de pertenecer a una nación y
que, por tanto, no puede hablarse de una guerra de su independencia. Para ver
que no es así simplemente podemos releer algunos de los edictos promulgados por
las Corts Catalanes durante la guerra de 1713-14. Se adjunto un ejemplo en el
que hacia el final podréis leer: “…puga la Naciò Catalana
lograr gloriós defempenyo…” (pueda la Nación Catalana
lograr glorioso empeño).
Año
1716
El 16 de enero de 1716 se publica el Decreto de
Nueva Planta conforme se eliminan las Corts Catalanes y se imponen las leyes
castellanas. Termina la independencia de Catalunya después de 600 años.
Por primera vez y por imposición, el catalán es sustituido
por el castellano en la
administración. Sin embargo, el pueblo lleva 700 años
hablando sólo catalán y desconocen el castellano que es considerada una lengua tan
extranjera como el francés. Por eso los actos diarios que se producen en las
notarías, vicarías, etc… sigue produciéndose en catalán, todo ello a pesar de
los intentos de eliminarlo del propio Conde Duque de Olivares. Son famosas sus
instrucciones secretas del 1712 que después fueron desveladas:
“Pondrá
el mayor cuidado en introducir la lengua castellana, a cuyo fin dará las
providencias más templadas y disimuladas para que se consiga el efecto, sin que
se note el cuidado.”
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