Hispania era el topónimo utilizado por los fenicios para
referirse a la
península Ibérica. Posteriormente fue
adoptado por los romanos con su traducción “tierra de conejos”, pero nunca fue
una “unidad administrativa”. Los romanos crearon varias provincias en la
península (Hispania Ulterior Baetica, Hispania Citerior Tarraconensis, Hispania
Ulterior Lusitania, Carthaginense y Gallaecia), pero nunca hubo ninguna
autoridad superior responsable de todas ellas en su conjunto. Es decir, nunca
hubo ninguna Hispania “política”. Antes al contrario, algunos podrían
establecer paralelismos, al haber coincidencias territoriales, entre esas
provincias romanas y las diferentes nacionalidades que hoy en día encontramos
en la península, pero eso también sería ir demasiado lejos.
Posiblemente esas coincidencias sean más consecuencia
de accidentes geográficos tales como valles, mesetas y cuencas que no otra
cosa. Eso sí, esos mismos accidentes geográficos -aquí y en todo el mundo- a lo
largo del tiempo inciden sin duda en separar o unir territorios y, por tanto,
formar nacionalidades.
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