miércoles, enero 3

Mito nº 1: Si Catalunya se independiza saldrá de la UE

Los que afirman que una Catalunya independiente saldría de la UE agumentan que un nuevo estado, por mucho que provenga de una escisión de un estado miembro, debería someterse al largo proceso de admisión que implica cumplir todos los criterios establecidos en el artículo 49 del Tratado de Lisboa de la UE. Además, al ser necesaria la votación unánime de todos los estados miembros para admitir a uno nuevo, arguyen que eso sería imposible porque España votaría en contra (aunque todos procuran no verbalizarlo y siempre ponen como ejemplo a Francia).

En ese supuesto, España estaría en su pleno derecho de votar en contra de la admisión de Catalunya en la UE, faltaría más, pero cabría preguntarse cuáles serían sus motivaciones. Desde luego no pueden ser económicas porque buena parte de las empresas españolas tienen clientes o proveedores en Catalunya y se verían perjudicadas. Además, la mayoría de las exportaciones de España hacia Europa pasan por carreteras catalanas y sería absurdo que ellos mismos abogasen por poner fronteras. Entonces, si la salida de Catalunya de la UE perjudicaría también a España ¿por qué votar en contra de ello?

Duele escribirlo y seguro que también leerlo, pero es obvio que, una vez Catalunya ya sea independiente, sólo hay una razón que pueda mover el voto en ese sentido: venganza.

En ese sentido, los catalanes y españoles que hoy residen en Catalunya y que votarían no a la independencia deben tener un sentimiento cuanto menos extraño hacia esta postura de España. Más de uno podría preguntarse cómo sus compatriotas sin más razón que la venganza están dispuestos a perjudicarles, pues ellos también se verían afectados por esa decisión (aunque conserven la nacionalidad española y no pierdan la ciudadanía europea, no dejarían de residir en Catalunya y, por tanto, su situación económica estaría ligada a la suya).

La interpretación de los catalanes, en cambio, es muy diferente. En ningún artículo del Tratado de Lisboa de la UE se especifica qué sucedería en caso de que un territorio se escindiera de un estado miembro y, por tanto, deberia negociarse políticamente, igual que sucedió, por ejemplo, con la reunificación de Alemania. O como debería suceder si Escocia finalmente se independizara tras el Brexit. ¿O alguien se imagina que Flandes, territorio que rodea Bruselas capital de la UE, quedase fuera de la UE? Sería curioso que los europarlamentarios para llegar a la capital de la UE tuvieran que pasar por suelo “extranjero” pues el aeropuerto de Bruselas está en territorio de Flandes…

Por tanto, la salida o no de Catalunya de la UE no respondería a motivos legales sino a la voluntad política de los diferentes estados miembros. El periodista Ortega y el  profesor de Derecho Comunitario Areliza analizan en su artículo Escesión y Permanencia en la UE todos los condicionantes de esta situación. Sus conclusiones finales son que eso perjudicaría a todas las partes, Catalunya, España y la propia UE, por lo que la lógica indica que, una vez la amenaza ya no tuviera sentido al estar cumplida la independencia, todo sería cuestión de negociación política.

En este sentido, la valoración que hacen los medios españoles es que muchos estados con tensiones territoriales presionarían para no sentar precedentes (p.e. Francia con Córcega). La valoración desde el soberanismo es que los intereses económicos tendrán mucho más peso. Todas las multinacionales alemanas, francesas, italias, etc…establecidas en Catalunya con inversiones que difícilmente son movibles presionarían para evitar una salida de la UE que les perjudicaría tanto en sus exportaciones como importaciones. Algunas multinacionales como BASF y Dow Chemical ya se han expresado en este sentido, asegurando sus directivos que en una Catalunya independiente mantendrían sus plantas en el territorio catalán.

Es más, la primera interesada en no construir barreras arancelarias sería la propia España: en el 2008, el 47% de las exportaciones españolas en volumen a Europa fueron vía carretera o tren, y la mayor parte de estas se realizaron a través de Catalunya. Si Catalunya estuviera fuera de la UE, todas estas exportaciones españolas tendrían que o bien sufrir los costes de cruzar dos veces la frontera (entrada y salida en Catalunya), o bien el sobrecoste de desviarse hasta Irún, la otra única entrada a Francia por vía rápida o tren. La alternativa de construir el corredor central del Pirineo no solventaría estos problemas porque es totalmente inviable. La UE ha vuelto a denegar su inclusión dentro de las prioridades europeas y, sin ese apoyo, España no dispone de recursos para acometer tamaña obra, menos en la situación actual de crisis. Y, en todo caso, Francia ya ha asegurado repetidas veces que no está dispuesta a construir las conexiones necesarias en su territorio.


Finalmente, también deberíamos tener en cuenta la opinión no sólo de los políticos, sino también del pueblo, en este caso europeo. ¿Alguien puede imaginarse que los ciudadanos europeos del siglo XXI, posiblemente los que más abanderan los valores de la democracia y la justicia social en todo el mundo, acepten sin inmutarse que los catalanes queden apartados de Europa porque uno de los estados miembros, España en este caso, vete el proceso sin más argumento que la represalia o venganza?

Aún asumiendo el peor de los escenarios, que Catalunya se quedase fuera de la UE, cabe recordar que son muchos los países europeos que no forman parte de ella pero disfrutan de niveles de vida muy superiores a la de los españoles como por ejemplo Suiza o Finlandia.

¿Por qué sucede esto? Porque en realidad la gran ventaja de pertenecer a la UE es la libre circulación de personas, capitales y mercancías, y para disfrutar de estas ventajas no es necesario formar parte de ella. A través de tratados bilaterales o multilaterales son muchos los países que no forman parte de la UE y que disponen de estos acuerdos con la UE (por ejemplo el Tratado de Schengen para la libre circulación de personas). Y para firmar estos acuerdos no es necesario el voto unánime de los estados miembros sino tan sólo una mayoría cualificada (artículos 207 y 218 del Tratado de Funcionamiento de la UE). Es decir, España nunca podría boicotear estos acuerdos.

Sin duda, la UE sería la primera interesada en firmar estos acuerdos para no perjudicar a las empresas de sus estados miembros que hoy exportan a Catalunya o desde Catalunya (el PIB de Catalunya es muy similar al de Grecia, Portugal o Irlanda, y por tanto el impacto de su desaparición del mercado único no sería nada desdeñable!).


Así y todo, algunos argumentan que todas estas negociaciones, tanto para la entrada en la UE como para los tratados bilaterales, se alargarían en el tiempo de forma que la economía catalana sería seriamente perjudicada. De nuevo no tiene porqué ser así. Tan sólo sería necesario que Catalunya no ejerciera la separación hasta que estuvieran firmados y, en todo caso, igual que sucedió con la reunificación de Alemania, todas las partes estarían interesadas en acortar los plazos lo máximo posible. En realidad, sería mucho más costoso en tiempo y dinero para los dos partes, UE y Catalunya, volver a establecer “fronteras” a la circulación de personas, dinero y mercancía, que no la negociación política para crear un nuevo marco legal donde se mantuviera la situación actual.



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