Los que defienden que un país pequeño como Catalunya
no sería viable o sufriría económicamente por culpa de su tamaño basan sus
argumentos en las economías de escala, tanto del sector público como del
privado. Por ejemplo, a mayor tamaño de los servicios públicos, menor coste per
cápita. Y parece lógico… pero no lo es.
Alesina ya demostró en su libro The Size of Nations que
la heterogeneidad de los países mayores comporta ineficiencias y, por tanto,
costes adicionales en la gestión del sector público. En cambio, los países
menores son más eficientes en su gestión pública, a la vez que se benefician de
las economías de escala que permite en general la globalización o en particular
mercados comunes como el europeo o instituciones como la ONU, OTAN o UE.
En realidad, como muy bien explica Germà Bel en su
artículo “El (no) misterio
de las escalas”, los servicios intensivos en capital tienden a tener
economías de escala, pero los intensivos en trabajo no. Y los servicios
públicos son intensivos en trabajo: llegado un tamaño, los costes de controlar
y coordinar los servicios son superiores a los beneficios por tener una
dimensión mayor.
Si tenemos una línea que produce yogures, es fácil
entender que cuantos más fabriquemos, más barata nos saldrá la unidad, porque
podremos invertir en tener una fábrica más rápida, los costes fijos se
repartirán entre más unidades, compraremos más materia prima y los proveedores
nos harán mejor precio, etc… Sin embargo, los servicios los producen las
personas y no máquinas. A partir de un tamaño relativamente pequeño de p.e.
enfermos o alumnos, las “fábricas” (léase hospitales y escuelas) ya están
llenas y, por tanto, no hay más economías de escala. En cambio, cuantos más
hospitales y escuelas tengamos más deberemos gastar en coordinarlos.
Esto es fácil de ver en los famosos niveles de
gobierno que todos queremos eliminar. Actualmente tenemos el gobierno central,
las diputaciones, las CC.AA., las entidades comarcales y los ayuntamientos.
Muchos servicios pasan, de una forma u otra por estas manos, en cambio en una
Catalunya independiente dos de estos niveles (y sus correspondientes gastos)
quedarían eliminados: el gobierno central y las diputaciones.
Como ejemplo pone las administraciones tributarias
en Alemania y EE.UU. donde disponen de fuertes agencias tributarias regionales.
Las economías o deseconomías de escala afectan al
coste pero no la
eficacia. En este sentido, sólo cabe que pensar por un
momento cuál es el tamaño de los países que históricamente tienen fama de ser
eficientes: Suiza, Finlandia, Suecia, Singapur,…
Por otro lado, afirman que cuanto más pequeño sea un
país, menor potencial económico tendrá. Y eso es cierto si lo miramos de forma
absoluta. El potencial de Singapore, por ejemplo, es mucho menor que el de
España, pero ninguno de sus habitantes se cambiaría económicamente por un
español pues su renta per cápita duplica la de España.
Así son muchos los economistas que defienden que el
tamaño de un país no es condicionante para su desarrollo económico, incluso
llegando a producirse el efecto contrario. Es decir, a menor tamaño, mayor
crecimiento. El Observatorio Francés de Economía demostró esta relación en un
programa de estudio de 5 años. Y más recientemente, un estudio de la Fundació Josep
Irla , Dimensió
dels Estats i comportament econòmic a la Unió Europea, muestra la misma
correlación inversa entre dimensión del país y crecimiento económico para el
periodo 2002-2010 en la UE.
Adam Price de la Harvard University ,
en su artículo Small
Is Cute, Sexy, and Successful: Why Independence for Wales and Other
Countries Makes Economic Sense, defiende que hay una relación directa entre
menor tamaño de país y mayor crecimiento del PIB y de las exportaciones (p.e.
durante el periodo 2000-2008, los países más “pequeños” de Europa incrementaron
sus exportaciones en un 50%, mientras que los más “grandes” sólo lo hicieron en
un 35%).
Según Price, estas son las principales razones que
lo justifican:
1. Por la apertura al
comercio: al disponer de un mercado interior de menor tamaño,
las economías pequeñas tienen a estar más orientadas a la exportación (el
premio Nobel Gary Becker sostiene que el menor tamaño les empuja a la
especialización y, por tanto, a ser más competitivos)
2. Cohesión social: los países pequeños son más homogéneos y, por tanto, más fáciles
y menos costosos de gestionar.
3. Adaptabilidad: menor tamaño igual a mayor flexibilidad. Autores como Jeffrey
Frankel o Oswald han escrito sobre la mayor capacidad de innovación de los
países pequeños (p.e. Suiza tiene más Premios Nobel per cápita que cualquier
otro país del mundo y tiene 3 universidades entre las 100 mejores del mundo).
En resumen, los países con menos de 10 mios de
habitantes suelen ser más homogéneos, con estructuras de estado relativamente
más pequeñas y con mayor apertura comercial hacia la exportación.
Finalmente, el concepto de las megaregiones está
tomando peso entre los economistas mundiales como los auténticos pulmones
generadores de actividad económica. En este sentido, un estudio
de la Universidad de Toronto sitúa la región que denominan Barceloa-Lyon (y
que en realidad recoge el conocido arco mediterráneo), como la número 11 del
mundo, muy por delante de Madrid (nº 39), la otra única megaregión que dicho
estudio sitúa en la
actual España.
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